4 de septiembre: día de la Romanidad o celebrando una patria común

En estos tiempos difíciles que vivimos, de absurdos nacionalismos y crisis identitarias culturales, cobra más sentido aún si cabe celebrar hoy el día de la Romanidad. Pero ¿qué se celebra exactamente?, se preguntarán algunos. Pues precisamente el origen común de pueblos y naciones que, tras la extinción política del Imperio Romano, siguieron a veces caminos muy distintos, pero en cuya raíz y posterior evolución continuó ese poso de la ecúmene romana.

Evidentemente esta celebración tiene mucho que ver con “il Bel paese”, por razones mucho más allá de la cuestión geográfica. Es innegable que los dos pilares sobre los que se asienta la cultura europea son el mundo clásico grecorromano y el judeocristianismo. Como hemos dicho hubo numerosísimos elementos que pervivieron a lo largo de la Edad Media y que en ella perduró esa idea de imperio en el Sacro Imperio Romano Germánico, pero es innegable que el Renacimiento, cuyo origen es, evidentemente, italiano, recuperó un número importante de elementos que estaban ocultos, que abrazó de nuevo a Bizancio gracias a al Concilio de Florencia, que creo modelos artísticos que atañían a todas las artes, siendo exportados a lo largo y ancho de Europa y que permanecieron como entes vivos desarrollándose y modificándose a lo largo de la historia del viejo continente hasta la actualidad.

Personajes geniales como Brunelleschi, Dante, Miguel Ángel, Botticelli y tantos otros recuperaron ese legado y los pusieron en boga exportándolos a los diferentes territorios que los incorporaron de acuerdo a su propia idiosincrasia.

No olvidemos que el Imperio Romano también abarcaba el norte de África y que gracias a los habitantes de esas zonas se mantuvieron muchas de las obras del saber clásico, que, de no ser así, quién sabe si hubieran desaparecido, y que hicieron florecer las artes, la agricultura, la medicina en época islámica en los territorios bajo su dominio.

Son tantos y tantos los aspectos de nuestra cultura que, casi inabarcables, sería demasiado prolijo detallarlos en un texto de pequeñas dimensiones como este. Quizás el mayor valor a reivindicar hoy sería el que subyace en las palabras del compositor vienés Gustav Mahler: “la tradición consiste en transmitir el fuego, no en adorar las cenizas”. Y es evidente que esa llama de lo que supuso Roma, aún está viva.

¿Cuál sería el aspecto más valioso de la romanidad? Quizás sería de gran interés mantener viva la capacidad de integración y asimilación de otras culturas, de otros pueblos, puesto que propiciaría mantener ese legado vivo, en transformación, sí, pero sin perder sus señas últimas, favoreciendo la convivencia y la paz en un mundo, como el nuestro, cada vez más necesitado de ella.

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